Los emprendedores son un colectivo optimista.
Son un colectivo optimista… y también necesario. Estas personas representan más que nunca el germen de la regeneración empresarial.
Sin embargo, el emprendimiento masculino y femenino no tienen nada que ver.
La inseguridad, los miedos y la incertidumbre son las emociones que más experimentan las mujeres cuando emprenden, según varios estudios y tal y como nos cuentan nuestras seguidoras y alumnas.
Mientras, la mayoría de los hombres no se deja amedrentar por las dudas y se ven a sí mismos como empresarios exitosos, preparados y seguros.
En este sentido, la emprendedora americana Ingrid Vanderveldt, líder del movimiento “Empowering a Billion Women by 2020 (EBW)” y miembro del Consejo Global de Emprendedores de Naciones Unidas, afirma que “los hombres no esperan a tener todos los recursos o la información para crear empresas, simplemente se lanzan y no se lo piensan. Por el contrario, las mujeres quieren estar totalmente preparadas y conocer al 100% aquello de lo que hablan”.
Esta necesidad de tener todo bajo control condiciona la percepción de capacidades y limita la generación de nuevos negocios femeninos.
Frente a ello, la experta ve necesario la generación de redes de emprendimiento donde las mujeres compartan experiencias con otras emprendedoras y pierdan así el miedo a liderar nuevas empresas.
Quizás te haya sorprendido esta reflexión; sin embargo, las diferencias entre el emprendimiento masculino y femenino son cualitativas, pero también cuantitativas… y no han hecho más que empezar.
Si observas por ejemplo cómo trata el entorno a un hombre que decide emprender te darás cuenta de que los mensajes que le dan son de ánimo, de reconocimiento de su valentía y de confianza.
Cuando la que decide emprender es una mujer, las preguntas sobre cómo va a conciliar con su vida personal, sobre si está segura del paso que va a dar, sobre si cuenta con el apoyo de su pareja o entrar a valorar sobre si tiene las capacidades adecuadas son demasiado frecuentes.
Y sin embargo, cuando una mujer emprende lo hace pensando en contribuir al bien social: el 45% querrá que su proyecto ayude a mejorar la sociedad. En el caso de los hombres, la cifra disminuye al 32%.
Al menos eso asegura el Estudio Global de Emprendimiento Amway (AGER) de 2018.
Las dos caras de una misma moneda.
La brecha de género también existe aquí, aunque poco a poco se va cerrando: es el emprendimiento femenino el que crece en todo el mundo y sobre todo en España donde por cada diez emprendedores masculinos encontramos nueve femeninos, una de las medias más altas de Europa.
Las mujeres tenemos ganas de pisar fuerte en este terreno, aunque aún lo hacemos en clara desventaja.
Es más, el 62% de las mujeres suele emprender sola, mientras la mayoría de los hombres lo hace en compañía, al menos, de un socio fundador.
Las mujeres lo hacen como una manera de “autoempleo” y esta premisa y soledad pasa factura.
Sobre todo cuando uno empieza. No es de extrañar que las mujeres se hagan preguntas como: ¿por dónde comienzo? ¿en qué espejo me miro? ¿de quién aprendo?
En España, más de medio millón de mujeres, unas 650.000, regenta su propio negocio… y sin embargo, la mayoría están solas, sin equipo…
Una de las razones por las que las emprendedoras no consiguen crear equipo es porque siguen comportándose como autoempleadas.
Trabajan miles de horas, hacen tareas que podrían delegar, sin tiempo libre para disfrutar…
El ADN de la mujer emprendedora: lo que debes saber
Son jóvenes (menores de 40 años) y optimistas, y más del 50% ha cursado estudios superiores.
Según algunos estudios, las mujeres temen el riesgo y les falta seguridad y confianza en sí mismas, cualidades que son clave a la hora de lanzar un negocio.
Sin embargo, tienen ganas. Muchas ganas.
Son más creativas, se relacionan mejor y son más empáticas. Son comunicativas y la mayoría busca contribuir al bien social.
También son persistentes por naturaleza, pero es importante que ellas mismas valoren como algo positivo su ambición… y se crean capaces.
Capaces de crecer, capaces de delegar, capaces de liderar su vida y su negocio.
Porque emprender supone crear algo increíble, nuevo, único, ya sea un producto o servicio, pero también saber venderlo, saber crecer… dejar atrás el autoempleo y tener equipo, poder delegar y en definitiva: inspirar.
Estamos ante un maravilloso momento para el emprendimiento por parte de las mujeres siempre y cuando una sepa dónde buscar para aprender por dónde empezar y cómo conseguir alcanzar todas sus metas.
Porque a ser emprendedora y líder también se aprende.
Antes de terminar este post me gustaría recordarte una frase que quizás ya conozcas: Si quieres ir rápido, camina solo. Si quieres llegar lejos, camina acompañado.
La clave, cuando uno emprende, es aprender de los mejores y tener siempre cerca un espejo donde mirarse.
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